miércoles, 30 de mayo de 2012

ESTRATEGIAS PARA LA ELABORACIÓN DE UN PROGRAMA CON ESTE PARADIGMA

El pensamiento crítico en el aprendizaje permanente  
Hemos de estar continuamente aprendiendo en la economía del conocimiento, pero debemos evitar falsos aprendizajes. Mediante el pensamiento crítico, evaluamos el rigor e idoneidad de cada información antes de traducirla a conocimiento aplicable.

El pensamiento crítico ha de acompañarnos como imprescindible en la Sociedad de la Información, y en su álter ego, la denominada economía del conocimiento y la innovación. Constituye una exigencia creciente en la tarea cotidiana de traducir la información a conocimiento sólido y aplicable, es decir, de asignar significado a los significantes, para aprender, tomar decisiones y actuar con acierto. Sin este pensamiento riguroso nos dejaríamos llevar por las corrientes circundantes, renunciando a parte del protagonismo que nos corresponde.

Al referirnos a los pensadores críticos estamos haciéndolo a quienes piensan con esmero, asegurando la validez de cada inferencia, dudando de su propia percepción de las realidades y cuestionando también el rigor y el propósito de cada información, antes de darla por buena: son personas que, con la información, se muestran exigentes y aun, en cierto modo, desconfiadas. Puede haber opiniones distintas, y sobre todo distinta interpretación de las palabras, pero, evitando asimilar el pensamiento crítico al escepticismo o la criticidad compulsiva, vale la pena profundizar en su esencia más aceptada.

No podemos asumir el liderazgo de nuestra trayectoria personal sin cultivar este modo perspicaz y juicioso de pensar. Cuando damos por buenas las síntesis o conclusiones de los demás, estamos cediendo protagonismo y renunciando a nuestra plenitud de seres humanos. Sin duda, la independencia en el pensar —el pensamiento crítico— constituye un valor cardinal, especialmente en quienes han alcanzado suficiente grado de desarrollo personal y profesional; no hablamos de sumarse a corrientes críticas ni de militancias opositoras, sino de controlar nuestro pensamiento, de desplegar un control de calidad.

Inexcusable en la percepción de realidades, este modo autocontrolado de pensar habría de empezar por el cuestionamiento propio, para mejor conocernos; pero sin duda lo necesitamos igualmente para evitar falsos aprendizajes, evaluar la información con mayor acierto, abrir nuestra razón a nuevas consideraciones, abordar la complejidad, dar en el hito (o dar en el clavo) y llegar a mejores conclusiones. Estamos apuntando a la calidad en el pensamiento, lo que refuerza nuestra efectividad e incluso nuestra calidad de vida.

Al hablar de la Sociedad de la Información, a menudo nos referimos simplemente a la revolución informática; pero, más allá de la tan postulada alfabetización digital, hemos de desarrollar nuestra alfabetización o destreza informacional: aquella que, inseparable del aprendizaje permanente, nos permite llegar al conocimiento valioso y aplicable en pro, y en pos, de mejores cotas de productividad y competitividad en las empresas.

Déjenme recordar ya un párrafo de The Delphi Report (1990), de la American Philosophical Association: “El pensador crítico ideal es habitualmente inquisitivo, bien informado, de raciocinio confiable, de mente abierta, flexible, justo en sus evaluaciones, honesto en reconocer sus prejuicios, prudente para emitir juicios, dispuesto a reconsiderar las cosas, claro con respecto a los problemas, ordenado en materias complejas, diligente en la búsqueda de información relevante, razonable en la selección de criterios, enfocado en investigar y persistente en la búsqueda de resultados que sean tan precisos como el tema/materia y las circunstancias de la investigación lo permitan”.

Puede que no estemos prestando suficiente atención a este movimiento (critical thinking movement) que se impulsó en la década anterior, y que cabe asociar ya con la inquietud por la excelencia informacional en las empresas. La traducción de información a conocimiento, para asegurar la efectividad de cada decisión y acción, exige diferentes fortalezas y facultades, y entre ellas buena dosis de pensamiento crítico: una competencia clave que nos evita falsos aprendizajes.

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